domingo, 9 de octubre de 2016

En el apartamento de Lennon (Two of us)

Por ser 9 de octubre, fecha de nacimiento de John Lennon, iniciamos la anunciada serie de comentarios al respecto de algunos biopics sobre los Beatles. No es fácil elegir una película par empezar homenajeando a Lennon, puesto que casi todas terminan centrándose bastante en su figura y dejando un tanto de lado al resto del grupo. Como siempre digo, estas hagiografías casi siempre pecan de mitificar al líder desaparecido y dejar al resto de los componentes del grupo como meros espectadores, que sólo están para escuchar las frases ingeniosas de la estrella con cara de pánfilo y muy al final, recriminarle su autodestrucción.

Sopesaba empezar con Lenon naked o quizá con John Lennon : In his life, pero finalmente he optado por En el apartamento de Lennon (Un encuentro legendario), cuyo título original es Two of us, como la canción de Let it be.

La película, protagonizada por Jared Harris (hijo del gran Richard Harris) en el papel de Lennon y Aidan Quinn como McCartney, fantasea al respecto del encuentro entre Paul y John en Nueva York a mediados de los setenta. Es sabido que entre el dúo compositor más célebre de finales del siglo XX hubo muchas tensiones y cruce de puyas una vez los Beatles se separaron, máxime cuando McCartney solicitó la disolución oficial del grupo por la vía judicial.

Pese a que la actividad del grupo había cesado en la práctica y no tenía visos de que fuera a retomarse, al resto de componentes no les gustó que Macca tomara esa resolución, aunque le fuera necesario para poder iniciar su carrera en solitario sin estar lastrado por los acuerdos legales que todavía le vinculaban al grupo. Era una situación tan delirante que en sus primeros años en solitario, el matrimonio McCartney tuvo que comparecer en un juicio, denunciado por Lew Grade, uno de los propietarios de Northen Songs, la casa editora de las canciones de los Beatles. Este señor, responsable de la venta del repertorio de los Beatles a Michael Jackson, quiso obligar a los McCartney a  demostrar que habían compuesto ellos las canciones de su disco.

Y una vez expuesta la situación previa, pasamos a la película. Como decía antes, es una fabulación sobre qué pudo pasar en ese último encuentro entre Lennon y McCartney. Lo cierto es que, pese a unas tensiones iniciales en las que por momentos Yoko Ono sale como de costumbre algo mal parada, el resto de la cinta transcurre, por decirlo de algún modo, de una manera un tanto "idealizada". Y ese es, básicamente, el resumen de la acción. Es cómo a un fan de los Beatles le gustaría que fuera ese encuentro entre sus ídolos. Cierto es que en la actualidad sólo McCartney puede revelar cómo fue exactamente, y aunque de vez en cuando se descuelga contando algo, el relato está incompleto.

Sí parece fiel a la realidad que se habló de reunir al grupo. El célebre Saturday Night Live, justo cuando Lennon y McCartney estaban reunidos, se descolgó con una oferta millonaria para volver a reunir a los cuatro de Liverpool. Un momento de la película muy divertido, puesto que a los fans con mayor vocación de historiadores les puede recordar a aquellos momentos de la primera gira por EEUU en los que los Beatles se dedicaban a llamar a las emisoras de radio para pedir canciones desde el hotel.

Two of us alterna momentos divertidos y gamberros de los músicos con algún momento más emocional, que de alguna manera sirve de repaso de la historia del grupo, e incluso establece paralelismos entre John y Paul, tan interesantes como verídicos. Quizá por momentos intenta ahondar demasiado en ese sentimentalismo, haciendo mucho hincapié en la faceta atormentada de Lennon, que casi durante toda la película está a la defensiva ante un McCartney que parece haber llegado al edificio Dakota con alguna intención predeterminada.


Posiblemente uno de los problemas que presenta la película es que no termina de resultar verosímil a la vista. Cuesta entrar en el relato porque no acabas de situarte en la época y la caracterización de los personajes no está muy lograda. Puedes llegar a disfrutarla, aunque quizá requiera de demasiada voluntad por parte del espectador. Pero posiblemente, si alguien consigue tan buena predisposición por parte de su público, esos sean los Beatles.







miércoles, 21 de septiembre de 2016

Hablemos un rato de Eight days a week

Apurando apurando antes de que la quiten de las salas, he ido a ver Eight days a week, el documental que ha dirigido Ron Howard contando los años de giras de los Beatles. Rondaba ya por mi cabeza iniciar una nueva serie de textos sobre algunos biopics relacionados con los Beatles y películas "adyacentes" y quizá sea éste un buen momento para ello. Procedo a hacer un breve comentario sobre el documental.
 
Recientemente leía, en el magnífico libro de conversaciones entre Cameron Crowe y Billy Wilder, que al director austriaco no le gustaba el rock. No le tenía mucha estima a Elvis Presley, aunque Crowe, que antaño fue periodista en Rolling Stone (como se encargó de "reflejar" en su cinta Casi famosos), sí consiguió sacarle que los Beatles no le desagradan tanto, que tenían personalidad.

Esta personalidad, que sin duda los vendió muy bien, cautivó a un Ron Howard, que por aquellos entonces era un conocido actor infantil. El momento fue ideal, puesto que coincidieron en camerinos. No es de extrañar que Howard quiera contar de lo Beatles el momento de efervescencia que fueron los años de giras del cuarteto.

Hay que decir, en honor a la verdad, que habiendo visto en numerosas ocasiones los distintos capítulos de The Beatles Anthology es fácil caer en una comparación muy dura con casi todo el material documental que se pueda ver después. Pero en este caso hay que girar la vista hacia aquella magnífica saga documental, puesto que recupera algún material perteneciente a ella, como es el caso de las entrevistas a George Harrison, que proceden del material descartado, y con el que, seguramente, se podría hacer algún documental más muy muy interesante. Pero también para comparar si el material que ya fue remasterizado para Anthology y en este caso, vuelto a remasterizar para pasarlo a 4k, ha sufrido un cambio destacable, dejando a un lado algunas imágenes que dan la sensación de coloreadas, aunque sólo sea por la constatación de haberlas visto antes en blanco y negro en no pocas ocasiones.

El relato "emocional" es, quizá, lo que en un primer momento más podríamos destacar del documental, no por subjetivo, sino porque explica lo que podemos ver en las imágenes. Si algo deja claro Ron Howard con este trabajo, y hay un momento que se dice textualmente, es que los Beatles superaron todas las expectativas y quienes no participaban de la beatlemanía no eran capaces de entenderlo, y hoy en día quizá no seamos capaces de comprender la sorpresa que fue, por eso esa primera parte del relato es tan importante.

El furor que causaban los Beatles entre sus seguidores está perfectamente ilustrado por los testimonios que se incluyen en la película. Los casos más conocidos, los de Whoopi Goldberg o Sigourney Weaver, y por ello más chocantes, porque es indudablemente llamativo ver a gente tan popular, ante la que cualquiera se sentiría como poco intimidado, hablar de alguien con esa emoción y esa reverencia.

Pero dejando a un lado ese testimonio de ilustres beatlemaníacos, entre los que también me gustaría destacar a Elvis Costello y a la grada de Anfield, que aparece cantando temas de sus paisanos, Howard hace bien en destacar una constante en las giras de los Beatles que no da pie a dudar de su consideración de pioneros. Nadie sabía cómo había que dar un concierto en un estadio, por la sencilla razón de que no había grupos que movieran a tanta gente. También textualmente se dice en el documental que era prácticamente motivo de orden público que los Beatles actuaran en un gran recinto, porque era imposible controlar a cinco mil personas dentro del recinto y a cincuenta mil que esperaban fuera. Y así llegamos al concierto del Shea Stadium.

Hoy en día tenemos en la retina grandes eventos musicales en estadios llenos hasta la bandera, pero las imágenes que nos ofrecen del concierto del Shea Stadium llaman la atención, no tanto por las gradas llenas, sino por el terreno de juego vacío. Pero quizá lo más definitivo sería decir que las canciones sonaron a través de la megafonía del estadio. Nos podemos imaginar la calidad del mismo. La idea de precariedad, propia de quien recorre un sendero inhóspito por primera vez, queda bastante bien transmitida por la película.

Quizá decae cuando el relato se ciñe más rigurosamente a los hechos, aunque para un espectador no muy conocedor de la historia de los Beatles pueda resultar estimulante. Cabe reseñar que hablar, en un espacio de tiempo bastante corto, de las protestas por la actuación en el Budokan, por ser un lugar sagrado, y tocar el tema de la famosa frase de "somos más populares que Jesucristo" es una manera de dar a entender que Lennon tenía razón. Pero, igual que sucede con la también reciente Hitchcock y Truffaut, esta película es una buena manera de poner otra vez de actualidad elementos del pasado que conviene no dejar de lado, y en ese aspecto, merece aplauso.


Como epílogo, hablar de "los amigos ausentes". El documental está dedicado a George Martin, el que fuera productor de muchos de los discos de los Beatles (cuando estaban juntos y por separado), y cuyo hijo Giles se encarga de la producción musical. Martin falleció este 2016 y para muchos es considerado como el auténtico quinto beatle, por lo que aportó a la música del conjunto con su trabajo en el estudio. Y también a Neil Aspinall o Mal Evans, que acompañaron al grupo desde sus comienzos y tienen también su pequeño huequecito dentro de la producción.


 

viernes, 1 de abril de 2016

Catorce películas vistas en el Cine Club Casablanca Valladolid que he disfrutado especialmente

Con motivo del inicio de un nuevo trimestre del Cine Club Casablanca Valladolid, y habida cuenta del descuido de no haber hecho resumen de los anteriores, después de la reseña que hice del 1º, procedo a elaborar una lista en la que quiero destacar alguno de los filmes que hemos visto hasta la fecha, en cerca de año y medio de proyecciones.

He elegido catorce películas, tanto el número como cada una de ellas, simplemente por gusto personal, y eso es algo que quiero que quede claro. Muchas películas excelentes se quedan fuera no por falta de calidad, al igual que dejo fuera aquellas que pertenecen al género documental. Esto último, yo mismo lo reconozco, es una injusticia tremenda e incluso una inexactitud en algunos casos, puesto que en determinados ejemplos la diferencia entre ficción y documental era escasa. La pantalla herida es claramente un documental pero, ¿es La mujer del chatarrero más ficción que Paradiso? Quizá sí o quizá no. ¿Hacemos un análisis apropiado de lo que se proyecta en las sesiones en colaboración con CreaVa? No lo tengo claro, y por eso mismo, me temo que debo excluirlo de momento de estos textos.

Recordar que hasta el día 8 de abril está abierto del plazo de inscripciones y si soy nueva alta, hay que ponerse en contacto con el cine club a través de cineclubcasablancavalladolid@gmail.com

Arrancamos

AL NACER EL DÍA (Goran Paskaljevic, 2012). Notable fotografía para una película de presupuesto ajustado. Un profesor de piano, en el ocaso de su vida, hace un sorprendente descubrimiento sobre quién es en realidad. A partir de ese punto, se encuentra con que, como dijo el poeta belga Maurice Maeterlink, el pasado siempre está presente, al ir encontrándose con un panorama presente no muy distinto en muchos aspectos del pasado en el que se cimentan sus orígenes. Relato lleno de emotividad pero sin caer en efectismos burdos, con unos personajes secundarios dignos de reseña, y un ambiente que favorece que el espectador quiera imbuirse en la película.


LA ESPECTADORA (Paolo Franchi, 2004). Una película de personajes en su mejor expresión, pues son las personalidades (y una serie de problemas emocionales muy arraigados y muy presentes en todo momento) de los protagonistas las que propician el desarrollo del argumento, amen de sus palabras y sus silencios, y lo enigmático de sus actos. Las relaciones entre el triunvirato, a cada cual mas disfuncional, terminan escenificando unos hechos difícilmente comprensibles sin hacer el esfuerzo de conocer a unos personajes peculiares, lastrados en muchos casos por un pasado. El auténtico interés no está en lo que sucede, sino en descubrir por qué sucede de esa forma, y el conflicto entre sus deseos y sus decisiones.

CRÓNICAS DIPLOMÁTICAS (Bertrand Tavernier, 2013). Sátira política a través del proceso de redacción del complejo discurso que ha de pronunciar un ministro francés ante la ONU. Sus mejores bazas son una comicidad delirante, surrealista y muy inteligente y un ritmo endiablado que no decae y te atrapa desde el primer momento y te lleva hasta el final sin que te des cuenta de que es enorme la cantidad de información que acabas de recibir. Obra perfectamente articulada, recomendable para estudiantes.

EL PASADO (Asghar Farhadi, 2013). Pese a un fallo de ritmo un tanto notorio entre el segundo y el último tercio de la historia, una película muy a destacar por muchos aspectos. Un reparto magnífico que da vida a unos personajes complejos en sus conflictos y su emotividad y que captan tu atención de una manera intensa. Incluso te interesa saber de ellos mas allá de los hechos que relata la película. En ese aspecto también tiene una narrativa realmente elogiable. No se limita únicamente a desgranar o dar a entender hechos pasados para explicar el presente, sino que la historia en si, contada de una manera lineal más convencional, también presenta unas aristas que la hacen fascinante y te empujan a momentos emocionalmente contrapuestos. Una narrativa con muchos elementos tradicionales pero tremendamente bien hecha que sostienen unos personajes magníficamente complejos.

UN BIGOTE PARA DOS (Tono y Mihura, 1940). Uno de mis fetiches por múltiples aspectos. Para empezar, la idea de redoblar una película es algo que siempre me ha hecho mucha gracia. Luego, el tipo de humor disparatado y lleno de imaginación del que hacen gala Tono y Mihura es una verdadera joya, por su enorme calidad y por lo poco habitual que es encontrar ese humor y además desarrollado de una forma tan brillante. Y en tercer lugar, pero detalle muy a destacar, por la impresionante labor casi arqueológica de recuperar de alguna manera esta obra. Cabe destacar que Un bigote para dos es originalmente una película sobre Johan Strauss que Tono y Mihura redoblaron, pero ese trabajo se ha perdido. Afortunadamente, se ha podido recuperar una versión del guión y una copia de la película austríaca que subtitular, para que podamos disfrutar de esta obra impagable. Una de las sesiones más especiales que ha tenido, a mi juicio, el Cine Club Casablanca Valladolid.

ERNST & CELESTINE (Benjamin Renner, Vincent Pattar, Stephane Aubier, 2012). Sostenida por una animación tradicional pero tremendamente cuidada y delicada, una historia infantil sin mucha complejidad, pero divertida y afín para un amplio abanico de gustos diferentes. Muy agradable de ver, tanto por su historia como por su tipo de dibujo, con un toque artesanal precioso, y la ambientación de la historia, en un entorno “arquitectónicamente” muy preciosista.

LA MUJER DEL CHATARRERO (Danis Tanovic, 2013). Basada en una historia real que recrearon y escenificaron sus propios protagonistas antes las cámaras que, en ocasiones ellos mismos (y su perro) portaban, ofrece un panorama perturbador sobre la problemática de caer enfermo en una sociedad en la que las conquistas sociales no han avanzado hasta ese punto. Pese a la problemática de contar esa historia bajo esa premisa, la película es bastante destacable y consigue llegar al espectador.

EL RAYO (Fran Araujo y Ernesto de Nova, 2013). Otra historia pseudo real, introduciendo elementos de ficción en la historia real de un inmigrante que decide volver a su Marruecos natal conduciendo el tractor que acaba de comprar, cruzando media península ibérica. La propuesta, aparte de interesante, queda interesante por la variedad de situaciones a las que enfrentan al protagonista, que se acabó revelando como un elemento de enorme carisma. Mucho humor y algún que otro punto de particular ternura aportan mucho a esta road movie de cierta temática social, con final feliz.

SUBMARINO (Thomas Vinterberg, 2010). De nuevo otra película que rompe con la narrativa lineal, siendo su forma de ordenar la cronología de los hechos uno de los aciertos mas destacables del filme. Una historia llena de dureza que en ocasiones parece querer agarrarse a detalles de esperanza que si bien no te garantizan nada, si al menos relajan un poco la crudeza general que marca el devenir de los acontecimientos.

THE LUNCHBOX (Ritesh Batra, 2013). Basándose en una premisa prácticamente de película de Doris Day y Rock Hudson, nos ofrece una historia que aborda de nuevo los temas de la soledad y la incomunicación y de cómo en ocasiones pequeños gestos pueden llegar a ser tremendamente importantes. Película muy divertida, con toques de ternura. Pese a que en apariencia el ambiente podría resultar culturalmente chocante para el espectador europeo, resulta, en el fondo, una historia que se desarrolla en parámetros mucho más universales de lo que parece.

FAUSTO (Alexandr Sokurov, 2011). Moderna adaptación del mito de Fausto, tremendamente ambiciosa. Llama la atención su fotografía, retocada mediante técnicas pictóricas. Su arranque es apabullante y rotundo. La densidad de la película sufre un relajo evidente en su segunda mitad. Aparte de por la ya mencionada fotografía, la dirección artística y unas interpretaciones logradas e intensas, y apoyadas en una caracterización muy cuidada y efectiva, hacen esta película poderosa para el ojo del espectador.

SI PUÒ FARE (Giulio Manfredonia, 2008). Película que pese a su mucha y excelente comicidad, tiene un carácter marcadamente social y un gran afán de concienciación. En esquema no es muy diferente de películas como El club de los poetas muertos. Busca la complicidad del espectador creando vínculos emocionales a través no de la compasión, sino de una comicidad piadosa, que por otro lado, resulta muy divertida y no siempre es políticamente correcta. Es la historia de un sindicalista que, a través de criterios de producción, busca la integración en la sociedad de un grupo de personas con distintos tipos de autismo. Si bien la película discurre sobre todo en el terreno de la comedia, tiene momentos emotivos muy notables sin caer en sensiblerías fáciles. Pero, sobre todo, transmite su mensaje muy bien y de forma muy efectiva.

ASCENSOR PARA EL CADALSO (Louis Malle, 1957). Pequeña gran joya del trimestre anterior. Para unos considerada precursora de la Nouvelle vague y para otros, una de sus primeras obras. Sí queda muy clara la vinculación entre esta obra y las de los “jóvenes airados” de Cahiers du cinema. Es patente el gusto común por el cine clásico americano, sobre todo por un tipo de producciones consideradas cine negro, pero que no eran obras tan históricamente reconocidas como podían ser las de John Houston o Howard Hawks. También narrativa y temáticamente se atisban las deudas con el cine de Alfred Hitchcock, y me parecieron bastante claras también algunas coincidencias con el cine posterior, caso de Tirad sobre el pianista de Truffaut, por ejemplo, con una iluminación bastante similar en algunos aspectos y un uso de la voz en off muy coincidente. También, aunque quizá es un vínculo mas difuso, en determinados personajes podíamos unir a Louis Malle con Jean-LucGodard. Pero independientemente de la Nouvelle vague, la película es excelente aunque se agarre al Deus ex machina en muchos momentos, pero tiene un pulso tremendo, contiene varias historias fascinantes y mantiene el interés en cada una de ellas. Clásico por méritos propios, entendiendo los clásicos como obras intemporales que merecen ser revisitadas una y mil veces.

TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN (Lynne Ramsay, 2011). Termino con una decisión polémica. No tenía muy claro si esta película merecía estar en la lista, pero me he decantado por varios motivos. Primero, la complicada psicología de Kevin, máxime si la vinculamos a la de su madre. Una madre que, por cierto, cuando la narración nos lleva al teórico tiempo presente, parece un personaje casi fantasmagórico, como si no viviera en la misma realidad que las personas que la rodean, lo cual ayuda mucho a la atmósfera de la película. Pero quizá lo mas definitivo, pese a que no es un filme que encaje a priori con mis gustos, es que es una película en la que se te da una serie de elementos para entender los hechos, y tienes que estar tremendamente atento para unir todos y entender qué está sucediendo y por qué. Ah, y porque el título está my bien puesto. Y pese a ello, creo que fue un fallo tremendo que en la tertulia posterior a la película, ninguno señaláramos que en ningún momento sucede precisamente eso, que hablen sobre Kevin.


Y con estos párrafos, termino este dossier, escrito con celeridad, nocturnidad y alevosía, sobre algunas muestras de lo visto hasta la fecha en el Cine Club Casablanca Valladolid. Mi intención no es otra que llamar la atención sobre nuestra actividad, que considero muy positiva. La cuestión no es únicamente plantarnos en la sala cada lunes a ver una película, sino vivir la experiencia del cine sumergiéndonos de otra forma, más intensa, mucho más completa y compleja que el visionado individual de cada uno de nosotros. Y si consigo “arrastrar” a alguien más a la sala de los cines Manhattan, mejor que mejor. Sobre todo, se aprende a disfrutar mucho el cine, y eso es, aparte de precio, muy útil.

domingo, 31 de enero de 2016

Drácula (Horror of Drácula) 1958. Elegía a Christopher Lee.


John Redway. Ese era el nombre del representante de Peter Cushing, que tuvo el tino de ofrecer a otro de sus representados para la película que Terence Fisher iba a realizar para Hammer sobre uno de las terroríficas criaturas que había popularizado la Universal. El actor era Christopher Lee y la película La maldición de Frankenstein. No sólo en la pantalla Lee y Cushing se perseguían el uno al otro, aunque siendo ellos mismos el seguimiento era mucho (muchísimo) mas amistoso.

Años mas tarde Lee y Cushing volverían a iniciar juntos una saga en la Hammer, si cabe mas famosa aun que la anterior, inspirada en la famosa obra de Bram Stoker, Drácula. Si la Universal decidió ceder a Hammer los derechos de Frankenstein con la premisa de que la criatura no debía parecerse a la caracterización que sufrió el recordado Boris Karloff, con Drácula, aparentemente, la Hammer no cumplió dicha premisa, pese a que la amenaza aun permanecía (de hecho, el título de Horror of Drácula se adoptó para evitar la confusión con el clásico en blanco y negro). El Conde que interpretó Lee en esta primera película se presenta con un aire ceremonioso y un porte aristocrático tremendamente elegante y sobrio. Forrest J. Ackerman es otro nombre a mencionar, pues es coleccionista que cedió a Lee un anillo que perteneció a Bela Lugosi para que su encarnación del vampiro lo mostrara en pantalla.
 
Lugosi, que fue famoso por interpretar al Conde Drácula en la mítica película de Tod Browning, también es recordado por haber rechazado interpretar a la criatura creada por el doctor Frankenstein. Con esta película, Lee ya se había metido en el traje de ambas criaturas con éxito a la par que polémica.
 
Polémica, porque el Drácula de Christopher Lee en esta película no sólo vivía (con perdón de la expresión en este caso, por estar hablando del, quizá, más célebre no muerto) de su porte y su sobriedad. La Hammer, al igual que sucediera con su versión de Frankenstein, añadió un poco de sangre que, para la época, resultó algo tremendo, y Lee dotó a su versión del Conde un lado oscuro y animal que no tenía la versión antigua. Su metro noventa y seis centímetros de estatura (once centímetros mas que Bela Lugosi, y trece mas que su némesis, Peter Cushing, pese a que siempre pareció escuchimizado al lado de su compañero) y su complexión daban un perfil mas físico al vampiro de Lee. Unos cuantos toques de rojo, color con el que la Hammer haría auténticas virguerías, le daban una apariencia aun mas terrible y desaforada.

El personaje del vampiro había sido desarrollado convenientemente y con buen criterio en relación a la imagen clásica que daba "la versión Browning" y que perduró hasta que se convino en explotarla cómicamente. Pero, si tomamos por cierta la frase de don Vito Corleone de "mantén cerca a tus amigos y aún mas cerca a tus enemigos", el Van Helsing de la Universal era un personaje sin demasiada enjundia al lado de la majestuosa encarnación del mal a la que se enfrentaba. Por contra, el Van Helsing que encarnó Cushing si estaba cerca, mucho, de su enemigo el Conde. Una de las frases mas repetidas al respecto de este tema es que el gran poder de vampiro es que nadie cree en él, pero el Van Helsing de Peter Cushing no sólo hace gala de la erudición suficiente como para saber de la existencia del vampiro y de sus limitaciones, sino además, de la fuerza física y el arrojo para hacerle frente en un combate cuerpo a cuerpo.

A la Hammer le fue bastante bien siguiendo la máxima de intentar repetir aquellos equipos de trabajo que le funcionaron. Así pues, Jimmy Sangsters repetiría como guionista buscando un éxito similar al que cosechara la productora con su versión de Frankenstein. En este aspecto concreto de la película, personalmente encuentro algunas fortalezas pero también muchas debilidades. Sangsters se carga el elemento misterioso del vampiro en una trama en la que tanto la figura del vampiro como sus pormenores son conocidos hasta el punto de que no es el Conde quien se cierne sobre la ciudad de Londres, sino que es atacado en su fortaleza por los cazavampiros.

En este punto de partida, la trama se fuerza mucho, aunque queda muy tapado por la intriga y la acción. Resulta extraño y sobre todo poco justificado que un vampiro deje entrar a un supuesto bibliotecario a inspeccionar sus volúmenes. E igual de forzado parece ese anochecer tan súbito. Pero quizá la polémica que suscitan éste y otros guiones de Drácula, la protagoniza el mismo Christopher Lee. Como ávido lector que era, obviamente conocía el texto original de Bram Stoker. Su descontento al respecto del papel que le tocaba  realizar crecía a medida que el guión se alejaba cada vez mas de lo escrito por el escocés Stoker, si bien en el caso de la película que nos atañe, se puede decir que ambos relatos comparten muchos detalles, sin querer hacer una adaptación que se ciña estrictamente a la novela.

Aprovecho el tema del guión para reseñar algo y unirlo con el tema siguiente. El gran Peter Cushing lo era entre otras cosas por sus aportaciones. En esta película hay que adjudicarle mucho de lo visto en la batalla final entre el vampiro y su Van Helsing, puesto que gran parte del desenlace fue aportación suya. La "fabricación" del crucifijo está sacado de la película de Leslie Howard La plaza de Berkeley, de 1933, y también se atribuye a Cushing ese toque a película de Douglas Fairbanks (o de Basil Rathbone, "ancestro" de Cushing con, por ejemplo, Sherlock Holmes o incluso Frankenstein) que tiene la pelea final.
 
Y es que este Drácula de Terence Fisher tiene todavía mucho de las maneras clásicas, desde la fotografía, puesta en escena, etc. Aunque apunta ya a esas cualidades que harían tan especiales a las películas de la Hammer, todavía está muy cerca del cine américano, principalmente en lo estético, aunque en otros aspectos, por ejemplo, temáticos, empiece a distanciarse.


Película mas que recomendable, aunque quizá lo mejor esté por llegar en cuanto a lo que la saga se refiera. Esta es una afirmación que seguramente choque con las opiniones de la mayoría que han tratado el tema, pero así lo veo yo. Por último, me gustaría recomendar el libro Christopher Lee y Peter Cushing, los caballeros del terror británico, de Juan Manuel Corral, que es una estupenda fuente de información un determinados momentos y en otros un muy agradable ejercicio de memoria. Y no ya sólo de aquellas películas, que muy difícilmente se pueden equiparar a otras, mejores o peores, sino también de recordar quienes éramos nosotros la primera vez que sentimos esas sensaciones que produce ver al vampiro inmortal mirar tan impertérrito como amenazante.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Charla sobre Quadrophenia dentro del ciclo "El rock y las subculturas juveniles"

El pasado dos de julio, mediando una invitación por parte de Jose Luis Cano de Gardoqui y de Pedro Salado, tuve la oportunidad de dar una charla sobre la película Quadrophenia que se proyectaba dentro del ciclo El rock las subculturas juveniles, actividad derivada de la exposición de Javier Panera Días de vinilo que se exhibía en el Museo Patio Herreriano de Valladolid. 



Una película fascinante y de lo mas apropiada para este ciclo. Dentro de la temática en la que se encuadra, Quadrophenia es a la vez una rareza y por la misma razón la película mas representativa de todas. Es la única película que habla de uno de esos movimientos desde dentro, no cuenta la historia de la estrella del rock de turno, sino la del chico de la calle que vive ese movimiento, como siempre quiso Pete Townshend que fuera. Quizá no todo el mundo pueda identificarse con Jim Morrison, pero es difícil que alguien que experimentara una cierta pasión musical adolescente no se identifique con Jimmy Cooper.

Pero es una rareza porque también es la historia mas desmitificadora que se puede encontrar dentro de este terreno, lo cual, a mi juicio, tiene bastante que ver con la idiosincrasia mod. Lejos de la imagen glamourosa que podemos encontrar en casi cualquier biopic musical o recreación de estas épocas, Quadrophenia es cruel con su protagonista. Cabe por momentos preguntarse si su grito angustioso inquiriendo si alguien es capaz de ver cómo es realmente tiene sentido porque tiene un problema de carácter esquizoide o si acaso es que la gente que le rodea es tan incapaz de entender sus reacciones antes lo que sucede a su alrededor.

Ya desde el iniciático I can't  explain, Pete Townshend abordaba el asunto de la incomprensión, lo cual ya da una perspectiva temática llena de drama a sus composiciones, mas allá de las habituales tramas de "chico quiere a chica" de la música pop tradicional, entendida como música popular, dejando a un lado las difusas nomenclaturas actuales.

Aquí podéis ver la charla íntegra.


Fe de erratas : En lo referido a la política del Reino Unido, hay que decir que Edward Heath no era Primer Ministro sino candidato cuando atacó el acento de los Beatles. El Premier era Harold Macmillan. Pero con posterioridad Heath si fue Primer Ministro, sustituyendo al laborista Harold Wilson. Ambos fueron citados en la canción Taxman que compuso George Harrison.

En lo referido al gobierno conservador, desde que Churchill fuera reelegido en 1951, no volvió a haber un Primer Ministro laborista hasta en mencionado Harold Wilson en 1964. Pero desde 1935 hasta esa fecha sólo hubo un laborista en el poder, Clement Atlee, que sustituyó precisamente a Churchill entre 1945 y 1951.

El escándalo político del que hablo fue el caso Profumo. John Profumo era un ministro de guerra que compartió amante, Christine Keeler, con un espía soviético de nombre Yevgeny Ivanov.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Bona sort i fins aviat, Alex Mineralex

Cuando empiezo estas líneas quedan en torno a unas tres horas para que Alex Hernández Salgado (also known as Alex Mineralex) emprenda rumbo a tierras catalanas para iniciar sus prácticas en Citoplasmas Stop Motion Animation Studio, estudio radicado en Barcelona, donde esperemos que el muchacho aprenda mucho, y principalmente, deje allí la buena sensación que tenemos todos los que le conocemos a él y a sus trabajos. Para cuando se publique esto, esperemos que ya haya llegado.

Quiero que quede claro que si escribo esto es por la amistad que nos une, pero igualmente quiero que quien lo lea tenga la certeza de que lo que pueda leer no está condicionado por la misma. Como decía Aristóteles, muy amigo es Platón, pero mas amiga es la verdad, y sería un feo detalle para Alex y para el avezado lector que yo mintiera o exagerara. A Alex y a usted mismo hacerle un favor es hacer justicia.

 

Conocí a Alex por obra y gracia de un amigo común que luego dejó de serlo, y supe de él precisamente porque iban a hacer un corto juntos. El corto era 128, con el que optaban a un premio en un certamen que se celebró un sábado por la mañana. Pude ver los primeros minutos de 128 bajo la amenaza de que no debía criticarlos, pues estaban muy orgullosos de ellos, pero si aquel muchacho no quería escuchar nada desfavorable del corto, no debió preguntarme qué me parecía.


Y así conocí a Alex. Para cuando repitieron lo que se había grabado, fui invitado al rodaje, que se desarrollaba en su casa. Como podrán ver en el vídeo que pienso adjuntar sobre su funeral, cuando conocí a Alex, noté que me miraba con cierto recelo, seguramente por su naturaleza introvertida, pero me invitó a una coca cola. Y lo considero sintomático, porque la introversión que le caracteriza no le impide en absoluto ser generoso, que lo es y mucho. Y diría incluso que toda reticencia fue desapareciendo según nos adentramos en el trabajo. 128 no ganó aquel certamen. Lo ganó Alex solito con otro corto, por supuesto de animación, El sonido de la guerra, si no recuerdo mal. Pero durante el rodaje de 128 fue cuando empecé a llamarlo Alex Mineralex. ¿Por qué? Pues porque me hizo gracia.

128  tenía una influencia mas que palpable de series como El otro lado de la realidad y carecía de las virtudes que presentan las producciones posteriores de un Alex que se expresa mucho mejor en el terreno de la animación, siendo además, mucho mas propicia para las temáticas que mas le interesan y mejor le resultan. El posterior Nihil obstat, muy similar en muchos aspectos, sólo sirvió para confirmar estas impresiones. El choque resulta abrupto si comparamos los mentados cortos con El sonido de la guerra o el bastante posterior I'm dreaming of a pink rabbit, ambos de animación, y con un aire ilusorio mucho mas propio de su autor. A la vista salta que estos cortos animados tuvieron mucha mas repercusión y éxito que aquellos de acción real que se rodaron en esos momentos.

Tras un efímero periplo común amparados bajo la productora El gato de Schrödinger, que arrancó varios proyectos (Dance me to the end of world o Light my fear, por citar los mas ambiciosos) pero terminó muy pocos, curiosamente empezó nuestra colaboración mas intensa. Para una edición del Certamen de cortos instantáneos, Alex realizó la que para mí es su mejor obra fuera de la animación, Sadako, en la que tuve el honor de actuar.


 

Sadako es una obra personal que rezuma la sensibilidad característica de Alex y ese amor por las pequeñas cosas, las cosas artesanas, hechas a mano, las cosas sencillas y poco artificiosas, pero que dan un toque de hermosura apreciable. Quizá su mayor problema es el ritmo, pero aun así, considero que es, dentro de los cortos de Alex, una obra a descubrir, así que quiero aprovechar para reivindicarla desde aquí. En el momento en el que escribo estas líneas, ni siquiera encuentro trailer en internet y para haber sido rodado en un día, lo encuentro aceptable y reseñable.

Me gustaría haber ayudado en lo que sea a Alex. Dudo haberle enseñado algo, pero me gustaría pensar que al menos algo ha podido aprender estando conmigo. Por eso me siento tremendamente orgulloso de mi contribución a la que quizá es, hoy por hoy, su obra magna, Leo y Nora. Y no lo digo por mi aportación sonora, sino mas bien me refiero a que fui yo quien le prestó el libro Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilké, cuya cita abre el cortometraje, y le insistí para que se lo leyera.


Leo y Nora es su mejor obra no ya sólo por cuestiones técnicas o visuales, aunque supone un avance mas que notable (y mucho hay que agradecer a los escenarios que le fabrica su padre Juan Carlos, que me encantan y tengo toda la razón en ello). Posee esa sensibilidad tan propia de su autor y que en cierto modo le cuesta hacer ver a los demás si no es a través de este tipo de creaciones. Y no porque no ponga un mimo, un cariño y un entusiasmo enormes en su vida cotidiana, sino porque, y lo tengo mas que comprobado, no todo el mundo es capaz de apreciarlo en gestos cotidianos, pero si en sus creaciones audiovisuales. En Leo y Nora cuaja todo lo bueno que Alex ha ido desarrollando estos años. Coincide una historia preciosa, con cierto toques de un humor muy tierno, unos cuantos homenajes evidentes y secretos y todo ello contado de una manera muy artesana, lo que le da proximidad. Personalmente encuentro que tiene una textura, un toque a juguete antiguo que le va muy bien a la historia. Quizá usando técnicas mas avanzadas perdería ese toque que le va tan bien.


Siempre digo que tengo una deuda enorme con Alex, porque sin él no hubiera sido capaz de rodar Horror Vacui. Porque fue él quien me habló de las cámaras que ahora vienen con disco duro incorporado y también quien se puso a mi lado para encarar la dura empresa de ponerse a rodar como un desenderado, y hubo de ser así para poder terminar un proyecto de tanta (tantísima) duración. Y después vino Los que van a morir te saludan, y mas recientemente Mientras seamos jóvenes. En previsión de que quizá nuestros caminos se separaran, tenía un especial interés en rodar este último corto únicamente acompañado de Alex y de Rocío Torío, puesto que son las personas con las que siempre he contado hasta ahora en cada una de mis producciones, y si acaso este buen equipo no se pudiera repetir mas, quería que quedara como muestra, recuerdo y homenaje. Francamente, me supone una enorme inseguridad afrontar un rodaje sin ellos dos.


Y encima, para mas INRI, Alex me regala un hermosísimo vídeo "leoynorístico" para una de mis canciones, y que pudimos ver en una sesión al aire libre del festival de Cortos de Rodinia que se celebró este mes de agosto en el barrio de la Victoria. Ha sido un honor y un placer haber compartido estos años de evolución de Alex, desde aquellos trabajos iniciales hasta poder ver en la actualidad unos trabajos en los que deja tanto de si mismo y tantas cosas buenas. Y termino este texto, para que quede constancia, que espero que pese a la distancia que ahora nos separa, podamos seguir acometiendo proyectos juntos, porque en buena compañía se trabaja mejor.


Bona sort i fins aviat, Alex.