Sucedió que, a la mañana
siguiente, me levanté imbuido de recuerdos de la película. Me era muy
complicado dejar de pensar en ella y pensé que era alguna forma de amor. Sin
embargo, me atormentaba una pregunta. ¿Por qué me había gustado esa película,
si no tenía, o no advertía yo, que tuviera que ver con lo que hasta ahora me
había gustado en una película? Quizá, pensé, la respuesta estaba en la novedad,
el cambio abrupto. Pero no, ahí tampoco encontré la respuesta. Ante la duda,
decidí adentrarme en la investigación y ver otra película mas, a ver qué me
parecía.
Fue La rodilla de Clara la
siguiente de la lista. Que, dicho sea de paso, me parece una cosa rarísima y
sin sentido que Clara sea el único nombre que se traduce, como si no quedara
bien La rodilla de Claire. Sea como fuere la vi, y también me gustó, y mucho,
aunque seguía sin entender (incluso ahora menos que antes) por qué me gustaban
esas películas de Eric Rohmer.
Incluso opté por documentarme, y
compré un libro, fantástico, de la editorial Cátedra, escrito por Carlos F.
Heredero y Antonio Santamaría. Es una fantástica lectura, muy ilustrativa sobre
muchas cosas, pero no sobre lo que conforma el gusto de una persona. Descubro
que Rohmer (no es su verdadero nombre, y aún no sé si acentuarlo de la manera
francesa o inglesa, lo he oído de ambas formas) era un hombre culto, profesor
de literatura (y especialista en Cervantes) muy celoso de su intimidad y muy
dado a mentir sobre su propia vida para proteger su anonimato.
Hablaré de cosas mucho menos
interesantes. Soy consciente de que mis impresiones personales lo son. Pero lo
que quiero transmitir no es, realmente, mi impresión subjetiva, sino, a través
de ella, la complejidad que entraña un cine como el de Rohmer, hasta el punto
de ser capaz de crear una certeza (como lo es el que me gustan sus películas),
pero que requiera un ejercicio tan introspectivo descubrir por qué.
Es, en apariencia, un cine
tosco. Si lo comparamos, por ejemplo, con el barroquismo de un Ciudadano Kane,
Rohmer resulta casi un vídeo casero. Pero termina cautivándote esa falta de
artificio, que se extiende también a otros aspectos. La elección de los colores
de la ropa, de los escenarios, termina quedándose en la memoria, pese a que (al
menos es mi caso) no eras consciente de que llegaran a tener tanta relevancia
en lo que estabas viendo. Eppur se muove. Si cuento La Rodilla de Clara entre
las películas de Rohmer que más me han impactado, por momentos podría rememorarla
como si sus fotogramas fueran simples combinaciones de colores, sin que estos
tuvieran, necesariamente, forma definida.
En un primero momento tuve una
impresión engañosa al respecto de sus personajes. Pareciera que sus
personalidades se basaban en exceso en aquellas características que formaban
parte de la trama de la película. Sin embargo… Después de varias películas te
das cuenta de que les has visto comprar ropa, eligiendo y desechando, o incluso
adquiriendo ropajes que no eran de su gusto por una razón (como le pasaba al
protagonista de El amor después del mediodía) o de sus preferencias a la hora
de encontrar un sitio donde vivir (cosa que sucede desde en Las noches de la
luna llena hasta en El árbol, el alcalde y la mediateca). Es decir, que de manera
inconsciente, sabemos muchas cosas sobre esos personajes, no necesariamente
porque ellos nos las cuenten, sino porque les vemos hacerlas. Quizá esa
distancia a la que pone Rohmer a sus personajes (caso curioso, porque en cada
uno de los Seis cuentos morales hay un narrador en primera persona, por
ejemplo) hace que los veamos en cierto modo como seres ajenos.
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Luego de una (espero no muy
larga) disertación, encuentro que lo mas definitivo de Rohmer es que, si, en
efecto, su cine te habla de las personas, de cómo somos aun cuando creemos que
somos de otra forma. Habla de las personas y por eso resulta tan cercano,
aunque seas de otro país, de otra época. Y sobre todo, habla de las personas en
un entorno que nos resulta próximo, no como el que estudia las hormigas en un
terrario o cobayas en una jaula. Es la extraña libertad en la que se mueven los
personajes de Rohmer la que te hace verlos como personas, y en cierto modo, aun
con su distancia, sus miedos, sus recelos hacia ti como espectador, sientes a
esas personas.
Creo que es por eso que me gusta
el cine de Eric Rohmer.