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Agatha se basa
en un episodio real en la vida de la célebre escritora de novelas de misterio,
Agatha Christie. La autora de Asesinato en el Orient Express desapareció
durante algo más de una semana, sin que se haya llegado a esclarecer jamás las
razones ni qué hizo durante todo ese tiempo. Se adujo que había sufrido una
pérdida de memoria, pero nadie creyó esa teoría. Su marido, el Coronel Archie
Christie, le había confesado años atrás, coincidiendo con el fallecimiento de
la madre de Agatha, que ya no la quería y que mantenía una aventura con Nancy
Neele. Pese a esto, el matrimonio se reconcilió, pero esto no supuso el fin de
la aventura extramatrimonial del Coronel Christie, y la misma mañana de la
desaparición de la autora, tuvieron una fuerte discusión al respecto.
Desaparecidos: Agatha Christie
Desaparecidos: Agatha Christie
Bajo este planteamiento
se inicia la película, alimentada por las muchas hipótesis que surgieron en
torno a la desaparición de la creadora de Hercule Poirot o Miss Marple. Cabe
pensar, por tanto, que una dramatización de la misteriosa desaparición de la
autora de Asesinato en el campo de golf o La señora McGinty ha muerto, se
fundamentaría en una investigación detectivesca. Si el espectador acude a esta
película pensando en eso, sin duda se llevará una enorme decepción, porque si
bien contiene sus ciertas dosis de intriga, no es ni por asomo lo más
destacable de la trama.
En el papel de
Agatha Christie tenemos a una excelente Vanessa Redgrave. De entrada, no
podemos obviar que por su físico (sobre todo por su estatura) es una Agatha
Christie un tanto improbable. Redgrave tiene un atractivo a años luz que el de
la escritora, lo cual es un handicap si valoramos el realismo de la película.
¿Posiblemente si hubiéramos eliminado el detalle de que trata de la popular
escritora y nos hubiéramos ceñido a adaptar los hechos, no hubiera habido
problema alguno? Si, es muy probable. Pero siempre es controvertido juzgar una
película basada en personajes reales. ¿Cuál es la postura acertada? ¿Juzgarla
por su veracidad u obviarla en aras de lo artístico?
Según reza el
viejo lema periodístico, “que la realidad no te estropee una buena historia”.
No siempre se saca una historia enteramente redonda de la realidad, pero
tampoco nadie te impide adaptar un suceso auténtico para crear un relato
inventado. Ahí tenemos ejemplos de magníficas películas que se inspiraron en
hechos reales, como Perdición de Billy Wilder, sin contar esos mismos hechos
tal cual. Claro que, usar los personajes reales te puede poner en antecedente
de una serie de datos sin que haya necesidad de incluirlos en la película,
aunque está claro que en el momento del estreno de la película, con Agatha
Christie recién fallecida, seguramente se conocían mas detalles de su vida que
ahora, mas de treinta años después.
En resumidas
cuentas, ¿cuál es la opción mas adecuada? Como sucede casi siempre en estas
lides, posiblemente no haya una única opción más acertada que otra, habiendo
varias más posibles. Es evidente la dificultad de valorar la película de una
manera u otra sin calibrar la intencionalidad de sus responsables. Con eso
tendremos que quedarnos.
Vanessa
Redgrave, en cualquier caso, hace un papel excelente. Es un papel
emocionalmente similar al que ya realizara en María, reina de Escocia.
Igualmente se debate entre la fragilidad y la determinación por llevar a cabo
su objetivo, si bien como María Estuardo se veía empujada por su honor y su
sentido del deber, y en la cinta que tenemos entre manos no queda muy claro si
es una obsesión un tanto enfermiza o una percepción extrema de la sumisión
matrimonial tan propia de aquellos entonces. Pero es digna de elogio a
capacidad expresiva de la que Redgrave hace gala tan solo con sus enormes ojos
azules.
E igualmente que
en María, reina de Escocia (película que encuentro muy recomendable, otra
recreación magnífica), Timothy Dalton también ejerce de marido de Vanessa
Redgrave con cierta propensión a hacerle la vida imposible. Lo cierto es que ya
sólo por la caracterización, espléndida en todos los aspectos de la película,
hay que destacar su concurso en la película.
El tercero en discordia
es un Dustin Hoffman que ofrece el alto nivel habitual. Su personaje es lo que
se podría llamar “el tipo listo” de la película. Consigue encontrar a Christie
mucho antes que cualquier otra persona y se dedica a jugar con ella al gato y
al ratón (o prácticamente realiza el mismo juego con el que Gila detuvo a Jack
el destripador). Claro que… Su participación en la película tiene un pequeño
problema. Si la estatura de Al Pacino el relación a la de Diane Keaton se
consideró un problema, siendo Pacino un centímetro mas alto, la diferencia
entre un Dustin Hoffman de metro sesenta y siete y de una Redgrave de metro
ochenta, queda, en el momento del baile, casi cómica.
Aun así… Hoffman
está tan bien, tan irónico, tan inteligente, tan mordaz y muestra una mirada
tan viva, que no lo sacarías de ese papel, aunque si hubieras deseado que se
hubieran usado nociones de perspectiva como en El señor de los anillos.
Hay una serie de
momentos memorables entre ellos dos. Me gustaría señalar dos, porque me parecen
estupendos homenajes, probablemente involuntarios, a clásicos del cine.
Mientras Agatha Christie intenta manipular un aparato eléctrico (cuyos
destellos iluminan de una manera increíble sus ojos), en la habitación de
Dustin Hoffman se apaga la luz, lo cual no puedo evitar que me recuerde a Luz
que agoniza de Mankiewitz, con la maravillosa Ingrid Bergman, Charles Boyer y
Jospeh Cotten. El otro momento no debo revelarlo, pero se refiere a la rueda de
prensa del Coronel Christie. En ese momento, Dustin Hoffman es muy deudor del
Gregory Peck de cierta película de los sesenta en los que interpreta a un
periodista.
Pero volvamos a
los hechos. Como decía, la película es más que una dramatización de un suceso real (de hecho, no he encontrado
datos sobre la existencia del personaje de Dustin Hoffman) y establece una
curiosa interrelación emocional entre sus personajes, que es lo más interesante
de la película. Por un lado, tenemos quizá al personaje menos relevante, el
Coronel Christie. Iniciamos el visionado del filme observando una copa que
Agatha, devotamente, va a regalar a su marido, en la cual están grabando
“Archie, amor mío. Amigo mío. Agatha”. Este regalo va a desatar la cólera de su
marido, el cual se siente ahogado por su matrimonio. La ira del Coronel Christie
llega hasta la crueldad, sabiendo sobre todo que está en conocimiento de su
mujer no sólo que tiene una amante, si no quién es dicha amante.
Sin ser uno de
los personajes mas relevantes, y cayendo inevitablemente mal, si es cierto que
cabe pensar que para el Coronel Christie, a causa de su condición de alto cargo
militar, estar a la sombra de la popular escritora debía serle bastante
desagradable, cosa que podemos comprobar cuando el periodista Wally Stanton,
con bastante mala leche, le espeta “un placer haber conocido por fin al marido
de Agatha Christie” para añadir después a una chica del servicio “presente mis
respetos a la dueña de la casa”.
La obsesión del
Coronel Christie es que todo suceda con gran discreción, lo cual se convierte
en una quimera cuando su esposa desaparece. Quizá ese ansia de mantener las
formas obstaculiza de manera definitiva sus pretensiones, ya de por si
complicadas. Lucha por despreciar sin aparentarlo en demasía, a una mujer que
le sigue profesando una devoción francamente incomprensible.
Por su
prominencia y su fama, cabría imaginar a una Agatha Christie que poco tiene que
ver con lo que podemos ver. Si Archi Christie sufre por verse por debajo de su
mujer, esta padece por intentar situarse tras de él en todo momento, en una
extraña carrera por ver quién termina mas humillado en relación al otro. Su
devoción y su fidelidad son cuanto menos curiosas. Habiendo entendido que es
imposible una reconciliación que ya se intentó (cosa que sabemos si nos
documentamos, no al ver el filme), al menos parece encontrar el consuelo en
cumplir los mandatos nupciales de “hasta que la muerte los separe” y eso de “lo
que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, en este caso, la señorita Nancy
Neele.
Curiosamente,
por momento (y esto es uno de lo detalles que mas me llamaron la atención
argumentalmente de la película), dudas de hasta qué punto la actitud de Agatha
Christie está determinada por el amor a su marido o por su condición de casada,
pues parece patente que sus sentimientos amorosos hacia él han durado bastante
menos que el respeto a la fidelidad conyugal, como parece evidenciar que no
quiera acceder al romance con Stanton, pese a que la atracción es ya intensa.
Y claro, es
evidente que hay un beso. Pero la auténtica “infidelidad”, por llamarlo de
alguna manera, aparece con la asunción de que su matrimonio se ha terminado,
que se va a divorciar y que accede a la pantomima que desea Archie Christie.
Agatha nos informa de todo esto mientras decide hacerle la maleta a Wally
Stanton, cual si fuera su esposa.
Esto puede sonar
muy machista. Pero no podemos olvidar que son las costumbres de principios del
siglo pasado, y para entender la película hay que asumir que esas eran las
formas en la época independientemente de nuestro parecer. Es un tema importante
en la película, como ya hemos destacado, cómo el rol de la mujer dentro del
matrimonio va cambiando, pudiendo ser ella, dentro de la pareja, la que
destaque, incluso aunque ella misma se resista a ser más prominente que su
marido.
Vamos a decir
algo negativo. Da la sensación de que la producción estadounidense obligaba a
que el héroe fuera el americano. Nada que objetar a la gran interpretación de
Dustin Hoffman haciendo de tipo listo que encuentra sin esfuerzo a la escritora
que está buscando toda una nación, que en cierto modo la libera del yugo de las
costumbres y la enamora. Un poco excesivamente heróico. Pero Hoffman cae bien,
así que no parece tan agresivo como lo planteo aquí.
Todo esto y
alguna otra cosa mas (que no es cuestión desvelar todos los misterios), fue magníficamente
fotografíado por Vittorio Storaro, lo cual también es bastante destacable, y no
sólo el bastante interesante guión. Porque sería muy raro elogiar una película
y no terminar elogiando también la fotografía, pero es que en este caso lo
encuentro plenamente justificado. Pero sobre todo, quiero terminar con una
reflexión.
Todo esto sucede
en, mas o menos, hora y media. Si no recuerdo mal, Fresas salvajes de Ingmar Bergman
también dura en torno a hora y media. Hay películas de dos horas o incluso mas
en las que no sucede ni una décima parte de lo que acontece en esas películas. Creo
que como público deberíamos reflexionar un poco sobre nuestro concepto de
velocidad. A lo mejor tenemos demasiado distorsionada la idea del ritmo. Ahí lo
dejo.
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