domingo, 20 de octubre de 2013

Agatha (1979) : The lady vanishes

Lo que me motiva a escribir este texto no es otra cosa que un error informático. Estaba escribiendo la crítica de esta película en Filmaffinity por considerar que la puntuación que le daban era injusta y, al enviar el texto, mi conexión se fue al garete y con ella lo escrito. Hube entonces de redactar algo un poco más breve por cuestiones de horario, pero me molestó dejar el texto un poco cojo y sobre todo, peor estructurado. Así pues, decidí desquitarme. Pero tengo que avisar de que para comentar la película no voy a evitar en modo alguno comentar todo aquello del argumento que considere oportuno, como en general, suelo hacer en estas páginas.

Agatha se basa en un episodio real en la vida de la célebre escritora de novelas de misterio, Agatha Christie. La autora de Asesinato en el Orient Express desapareció durante algo más de una semana, sin que se haya llegado a esclarecer jamás las razones ni qué hizo durante todo ese tiempo. Se adujo que había sufrido una pérdida de memoria, pero nadie creyó esa teoría. Su marido, el Coronel Archie Christie, le había confesado años atrás, coincidiendo con el fallecimiento de la madre de Agatha, que ya no la quería y que mantenía una aventura con Nancy Neele. Pese a esto, el matrimonio se reconcilió, pero esto no supuso el fin de la aventura extramatrimonial del Coronel Christie, y la misma mañana de la desaparición de la autora, tuvieron una fuerte discusión al respecto.


Desaparecidos: Agatha Christie




Bajo este planteamiento se inicia la película, alimentada por las muchas hipótesis que surgieron en torno a la desaparición de la creadora de Hercule Poirot o Miss Marple. Cabe pensar, por tanto, que una dramatización de la misteriosa desaparición de la autora de Asesinato en el campo de golf o La señora McGinty ha muerto, se fundamentaría en una investigación detectivesca. Si el espectador acude a esta película pensando en eso, sin duda se llevará una enorme decepción, porque si bien contiene sus ciertas dosis de intriga, no es ni por asomo lo más destacable de la trama.

En el papel de Agatha Christie tenemos a una excelente Vanessa Redgrave. De entrada, no podemos obviar que por su físico (sobre todo por su estatura) es una Agatha Christie un tanto improbable. Redgrave tiene un atractivo a años luz que el de la escritora, lo cual es un handicap si valoramos el realismo de la película. ¿Posiblemente si hubiéramos eliminado el detalle de que trata de la popular escritora y nos hubiéramos ceñido a adaptar los hechos, no hubiera habido problema alguno? Si, es muy probable. Pero siempre es controvertido juzgar una película basada en personajes reales. ¿Cuál es la postura acertada? ¿Juzgarla por su veracidad u obviarla en aras de lo artístico?
 
Según reza el viejo lema periodístico, “que la realidad no te estropee una buena historia”. No siempre se saca una historia enteramente redonda de la realidad, pero tampoco nadie te impide adaptar un suceso auténtico para crear un relato inventado. Ahí tenemos ejemplos de magníficas películas que se inspiraron en hechos reales, como Perdición de Billy Wilder, sin contar esos mismos hechos tal cual. Claro que, usar los personajes reales te puede poner en antecedente de una serie de datos sin que haya necesidad de incluirlos en la película, aunque está claro que en el momento del estreno de la película, con Agatha Christie recién fallecida, seguramente se conocían mas detalles de su vida que ahora, mas de treinta años después.

En resumidas cuentas, ¿cuál es la opción mas adecuada? Como sucede casi siempre en estas lides, posiblemente no haya una única opción más acertada que otra, habiendo varias más posibles. Es evidente la dificultad de valorar la película de una manera u otra sin calibrar la intencionalidad de sus responsables. Con eso tendremos que quedarnos.

Vanessa Redgrave, en cualquier caso, hace un papel excelente. Es un papel emocionalmente similar al que ya realizara en María, reina de Escocia. Igualmente se debate entre la fragilidad y la determinación por llevar a cabo su objetivo, si bien como María Estuardo se veía empujada por su honor y su sentido del deber, y en la cinta que tenemos entre manos no queda muy claro si es una obsesión un tanto enfermiza o una percepción extrema de la sumisión matrimonial tan propia de aquellos entonces. Pero es digna de elogio a capacidad expresiva de la que Redgrave hace gala tan solo con sus enormes ojos azules.

E igualmente que en María, reina de Escocia (película que encuentro muy recomendable, otra recreación magnífica), Timothy Dalton también ejerce de marido de Vanessa Redgrave con cierta propensión a hacerle la vida imposible. Lo cierto es que ya sólo por la caracterización, espléndida en todos los aspectos de la película, hay que destacar su concurso en la película.

El tercero en discordia es un Dustin Hoffman que ofrece el alto nivel habitual. Su personaje es lo que se podría llamar “el tipo listo” de la película. Consigue encontrar a Christie mucho antes que cualquier otra persona y se dedica a jugar con ella al gato y al ratón (o prácticamente realiza el mismo juego con el que Gila detuvo a Jack el destripador). Claro que… Su participación en la película tiene un pequeño problema. Si la estatura de Al Pacino el relación a la de Diane Keaton se consideró un problema, siendo Pacino un centímetro mas alto, la diferencia entre un Dustin Hoffman de metro sesenta y siete y de una Redgrave de metro ochenta, queda, en el momento del baile, casi cómica.

Aun así… Hoffman está tan bien, tan irónico, tan inteligente, tan mordaz y muestra una mirada tan viva, que no lo sacarías de ese papel, aunque si hubieras deseado que se hubieran usado nociones de perspectiva como en El señor de los anillos.

Hay una serie de momentos memorables entre ellos dos. Me gustaría señalar dos, porque me parecen estupendos homenajes, probablemente involuntarios, a clásicos del cine. Mientras Agatha Christie intenta manipular un aparato eléctrico (cuyos destellos iluminan de una manera increíble sus ojos), en la habitación de Dustin Hoffman se apaga la luz, lo cual no puedo evitar que me recuerde a Luz que agoniza de Mankiewitz, con la maravillosa Ingrid Bergman, Charles Boyer y Jospeh Cotten. El otro momento no debo revelarlo, pero se refiere a la rueda de prensa del Coronel Christie. En ese momento, Dustin Hoffman es muy deudor del Gregory Peck de cierta película de los sesenta en los que interpreta a un periodista.

Pero volvamos a los hechos. Como decía, la película es más que una dramatización  de un suceso real (de hecho, no he encontrado datos sobre la existencia del personaje de Dustin Hoffman) y establece una curiosa interrelación emocional entre sus personajes, que es lo más interesante de la película. Por un lado, tenemos quizá al personaje menos relevante, el Coronel Christie. Iniciamos el visionado del filme observando una copa que Agatha, devotamente, va a regalar a su marido, en la cual están grabando “Archie, amor mío. Amigo mío. Agatha”. Este regalo va a desatar la cólera de su marido, el cual se siente ahogado por su matrimonio. La ira del Coronel Christie llega hasta la crueldad, sabiendo sobre todo que está en conocimiento de su mujer no sólo que tiene una amante, si no quién es dicha amante.


Sin ser uno de los personajes mas relevantes, y cayendo inevitablemente mal, si es cierto que cabe pensar que para el Coronel Christie, a causa de su condición de alto cargo militar, estar a la sombra de la popular escritora debía serle bastante desagradable, cosa que podemos comprobar cuando el periodista Wally Stanton, con bastante mala leche, le espeta “un placer haber conocido por fin al marido de Agatha Christie” para añadir después a una chica del servicio “presente mis respetos a la dueña de la casa”.

La obsesión del Coronel Christie es que todo suceda con gran discreción, lo cual se convierte en una quimera cuando su esposa desaparece. Quizá ese ansia de mantener las formas obstaculiza de manera definitiva sus pretensiones, ya de por si complicadas. Lucha por despreciar sin aparentarlo en demasía, a una mujer que le sigue profesando una devoción francamente incomprensible.

Por su prominencia y su fama, cabría imaginar a una Agatha Christie que poco tiene que ver con lo que podemos ver. Si Archi Christie sufre por verse por debajo de su mujer, esta padece por intentar situarse tras de él en todo momento, en una extraña carrera por ver quién termina mas humillado en relación al otro. Su devoción y su fidelidad son cuanto menos curiosas. Habiendo entendido que es imposible una reconciliación que ya se intentó (cosa que sabemos si nos documentamos, no al ver el filme), al menos parece encontrar el consuelo en cumplir los mandatos nupciales de “hasta que la muerte los separe” y eso de “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”, en este caso, la señorita Nancy Neele.

Curiosamente, por momento (y esto es uno de lo detalles que mas me llamaron la atención argumentalmente de la película), dudas de hasta qué punto la actitud de Agatha Christie está determinada por el amor a su marido o por su condición de casada, pues parece patente que sus sentimientos amorosos hacia él han durado bastante menos que el respeto a la fidelidad conyugal, como parece evidenciar que no quiera acceder al romance con Stanton, pese a que la atracción es ya intensa.

Y claro, es evidente que hay un beso. Pero la auténtica “infidelidad”, por llamarlo de alguna manera, aparece con la asunción de que su matrimonio se ha terminado, que se va a divorciar y que accede a la pantomima que desea Archie Christie. Agatha nos informa de todo esto mientras decide hacerle la maleta a Wally Stanton, cual si fuera su esposa.



Esto puede sonar muy machista. Pero no podemos olvidar que son las costumbres de principios del siglo pasado, y para entender la película hay que asumir que esas eran las formas en la época independientemente de nuestro parecer. Es un tema importante en la película, como ya hemos destacado, cómo el rol de la mujer dentro del matrimonio va cambiando, pudiendo ser ella, dentro de la pareja, la que destaque, incluso aunque ella misma se resista a ser más prominente que su marido.

Vamos a decir algo negativo. Da la sensación de que la producción estadounidense obligaba a que el héroe fuera el americano. Nada que objetar a la gran interpretación de Dustin Hoffman haciendo de tipo listo que encuentra sin esfuerzo a la escritora que está buscando toda una nación, que en cierto modo la libera del yugo de las costumbres y la enamora. Un poco excesivamente heróico. Pero Hoffman cae bien, así que no parece tan agresivo como lo planteo aquí.


Todo esto y alguna otra cosa mas (que no es cuestión desvelar todos los misterios), fue magníficamente fotografíado por Vittorio Storaro, lo cual también es bastante destacable, y no sólo el bastante interesante guión. Porque sería muy raro elogiar una película y no terminar elogiando también la fotografía, pero es que en este caso lo encuentro plenamente justificado. Pero sobre todo, quiero terminar con una reflexión.


Todo esto sucede en, mas o menos, hora y media. Si no recuerdo mal, Fresas salvajes de Ingmar Bergman también dura en torno a hora y media. Hay películas de dos horas o incluso mas en las que no sucede ni una décima parte de lo que acontece en esas películas. Creo que como público deberíamos reflexionar un poco sobre nuestro concepto de velocidad. A lo mejor tenemos demasiado distorsionada la idea del ritmo. Ahí lo dejo.