domingo, 31 de enero de 2016

Drácula (Horror of Drácula) 1958. Elegía a Christopher Lee.


John Redway. Ese era el nombre del representante de Peter Cushing, que tuvo el tino de ofrecer a otro de sus representados para la película que Terence Fisher iba a realizar para Hammer sobre uno de las terroríficas criaturas que había popularizado la Universal. El actor era Christopher Lee y la película La maldición de Frankenstein. No sólo en la pantalla Lee y Cushing se perseguían el uno al otro, aunque siendo ellos mismos el seguimiento era mucho (muchísimo) mas amistoso.

Años mas tarde Lee y Cushing volverían a iniciar juntos una saga en la Hammer, si cabe mas famosa aun que la anterior, inspirada en la famosa obra de Bram Stoker, Drácula. Si la Universal decidió ceder a Hammer los derechos de Frankenstein con la premisa de que la criatura no debía parecerse a la caracterización que sufrió el recordado Boris Karloff, con Drácula, aparentemente, la Hammer no cumplió dicha premisa, pese a que la amenaza aun permanecía (de hecho, el título de Horror of Drácula se adoptó para evitar la confusión con el clásico en blanco y negro). El Conde que interpretó Lee en esta primera película se presenta con un aire ceremonioso y un porte aristocrático tremendamente elegante y sobrio. Forrest J. Ackerman es otro nombre a mencionar, pues es coleccionista que cedió a Lee un anillo que perteneció a Bela Lugosi para que su encarnación del vampiro lo mostrara en pantalla.
 
Lugosi, que fue famoso por interpretar al Conde Drácula en la mítica película de Tod Browning, también es recordado por haber rechazado interpretar a la criatura creada por el doctor Frankenstein. Con esta película, Lee ya se había metido en el traje de ambas criaturas con éxito a la par que polémica.
 
Polémica, porque el Drácula de Christopher Lee en esta película no sólo vivía (con perdón de la expresión en este caso, por estar hablando del, quizá, más célebre no muerto) de su porte y su sobriedad. La Hammer, al igual que sucediera con su versión de Frankenstein, añadió un poco de sangre que, para la época, resultó algo tremendo, y Lee dotó a su versión del Conde un lado oscuro y animal que no tenía la versión antigua. Su metro noventa y seis centímetros de estatura (once centímetros mas que Bela Lugosi, y trece mas que su némesis, Peter Cushing, pese a que siempre pareció escuchimizado al lado de su compañero) y su complexión daban un perfil mas físico al vampiro de Lee. Unos cuantos toques de rojo, color con el que la Hammer haría auténticas virguerías, le daban una apariencia aun mas terrible y desaforada.

El personaje del vampiro había sido desarrollado convenientemente y con buen criterio en relación a la imagen clásica que daba "la versión Browning" y que perduró hasta que se convino en explotarla cómicamente. Pero, si tomamos por cierta la frase de don Vito Corleone de "mantén cerca a tus amigos y aún mas cerca a tus enemigos", el Van Helsing de la Universal era un personaje sin demasiada enjundia al lado de la majestuosa encarnación del mal a la que se enfrentaba. Por contra, el Van Helsing que encarnó Cushing si estaba cerca, mucho, de su enemigo el Conde. Una de las frases mas repetidas al respecto de este tema es que el gran poder de vampiro es que nadie cree en él, pero el Van Helsing de Peter Cushing no sólo hace gala de la erudición suficiente como para saber de la existencia del vampiro y de sus limitaciones, sino además, de la fuerza física y el arrojo para hacerle frente en un combate cuerpo a cuerpo.

A la Hammer le fue bastante bien siguiendo la máxima de intentar repetir aquellos equipos de trabajo que le funcionaron. Así pues, Jimmy Sangsters repetiría como guionista buscando un éxito similar al que cosechara la productora con su versión de Frankenstein. En este aspecto concreto de la película, personalmente encuentro algunas fortalezas pero también muchas debilidades. Sangsters se carga el elemento misterioso del vampiro en una trama en la que tanto la figura del vampiro como sus pormenores son conocidos hasta el punto de que no es el Conde quien se cierne sobre la ciudad de Londres, sino que es atacado en su fortaleza por los cazavampiros.

En este punto de partida, la trama se fuerza mucho, aunque queda muy tapado por la intriga y la acción. Resulta extraño y sobre todo poco justificado que un vampiro deje entrar a un supuesto bibliotecario a inspeccionar sus volúmenes. E igual de forzado parece ese anochecer tan súbito. Pero quizá la polémica que suscitan éste y otros guiones de Drácula, la protagoniza el mismo Christopher Lee. Como ávido lector que era, obviamente conocía el texto original de Bram Stoker. Su descontento al respecto del papel que le tocaba  realizar crecía a medida que el guión se alejaba cada vez mas de lo escrito por el escocés Stoker, si bien en el caso de la película que nos atañe, se puede decir que ambos relatos comparten muchos detalles, sin querer hacer una adaptación que se ciña estrictamente a la novela.

Aprovecho el tema del guión para reseñar algo y unirlo con el tema siguiente. El gran Peter Cushing lo era entre otras cosas por sus aportaciones. En esta película hay que adjudicarle mucho de lo visto en la batalla final entre el vampiro y su Van Helsing, puesto que gran parte del desenlace fue aportación suya. La "fabricación" del crucifijo está sacado de la película de Leslie Howard La plaza de Berkeley, de 1933, y también se atribuye a Cushing ese toque a película de Douglas Fairbanks (o de Basil Rathbone, "ancestro" de Cushing con, por ejemplo, Sherlock Holmes o incluso Frankenstein) que tiene la pelea final.
 
Y es que este Drácula de Terence Fisher tiene todavía mucho de las maneras clásicas, desde la fotografía, puesta en escena, etc. Aunque apunta ya a esas cualidades que harían tan especiales a las películas de la Hammer, todavía está muy cerca del cine américano, principalmente en lo estético, aunque en otros aspectos, por ejemplo, temáticos, empiece a distanciarse.


Película mas que recomendable, aunque quizá lo mejor esté por llegar en cuanto a lo que la saga se refiera. Esta es una afirmación que seguramente choque con las opiniones de la mayoría que han tratado el tema, pero así lo veo yo. Por último, me gustaría recomendar el libro Christopher Lee y Peter Cushing, los caballeros del terror británico, de Juan Manuel Corral, que es una estupenda fuente de información un determinados momentos y en otros un muy agradable ejercicio de memoria. Y no ya sólo de aquellas películas, que muy difícilmente se pueden equiparar a otras, mejores o peores, sino también de recordar quienes éramos nosotros la primera vez que sentimos esas sensaciones que produce ver al vampiro inmortal mirar tan impertérrito como amenazante.