El pasado dos de julio, mediando una invitación por parte de Jose Luis Cano de Gardoqui y de Pedro Salado, tuve la oportunidad de dar una charla sobre la película Quadrophenia que se proyectaba dentro del ciclo El rock las subculturas juveniles, actividad derivada de la exposición de Javier Panera Días de vinilo que se exhibía en el Museo Patio Herreriano de Valladolid.
Una película fascinante y de lo mas apropiada para este ciclo. Dentro de la temática en la que se encuadra, Quadrophenia es a la vez una rareza y por la misma razón la película mas representativa de todas. Es la única película que habla de uno de esos movimientos desde dentro, no cuenta la historia de la estrella del rock de turno, sino la del chico de la calle que vive ese movimiento, como siempre quiso Pete Townshend que fuera. Quizá no todo el mundo pueda identificarse con Jim Morrison, pero es difícil que alguien que experimentara una cierta pasión musical adolescente no se identifique con Jimmy Cooper.
Pero es una rareza porque también es la historia mas desmitificadora que se puede encontrar dentro de este terreno, lo cual, a mi juicio, tiene bastante que ver con la idiosincrasia mod. Lejos de la imagen glamourosa que podemos encontrar en casi cualquier biopic musical o recreación de estas épocas, Quadrophenia es cruel con su protagonista. Cabe por momentos preguntarse si su grito angustioso inquiriendo si alguien es capaz de ver cómo es realmente tiene sentido porque tiene un problema de carácter esquizoide o si acaso es que la gente que le rodea es tan incapaz de entender sus reacciones antes lo que sucede a su alrededor.
Ya desde el iniciático I can't explain, Pete Townshend abordaba el asunto de la incomprensión, lo cual ya da una perspectiva temática llena de drama a sus composiciones, mas allá de las habituales tramas de "chico quiere a chica" de la música pop tradicional, entendida como música popular, dejando a un lado las difusas nomenclaturas actuales.
Aquí podéis ver la charla íntegra.
Fe de erratas : En lo referido a la política del Reino Unido, hay que decir que Edward Heath no era Primer Ministro sino candidato cuando atacó el acento de los Beatles. El Premier era Harold Macmillan. Pero con posterioridad Heath si fue Primer Ministro, sustituyendo al laborista Harold Wilson. Ambos fueron citados en la canción Taxman que compuso George Harrison.
En lo referido al gobierno conservador, desde que Churchill fuera reelegido en 1951, no volvió a haber un Primer Ministro laborista hasta en mencionado Harold Wilson en 1964. Pero desde 1935 hasta esa fecha sólo hubo un laborista en el poder, Clement Atlee, que sustituyó precisamente a Churchill entre 1945 y 1951.
El escándalo político del que hablo fue el caso Profumo. John Profumo era un ministro de guerra que compartió amante, Christine Keeler, con un espía soviético de nombre Yevgeny Ivanov.
Cuando empiezo estas líneas quedan en torno a unas tres horas para que
Alex Hernández Salgado (also known as Alex Mineralex) emprenda rumbo a tierras
catalanas para iniciar sus prácticas en Citoplasmas Stop Motion Animation
Studio, estudio radicado en Barcelona, donde esperemos que el muchacho aprenda
mucho, y principalmente, deje allí la buena sensación que tenemos todos los que
le conocemos a él y a sus trabajos. Para cuando se publique esto, esperemos que
ya haya llegado.
Quiero que quede claro que si escribo esto es por la amistad que nos une,
pero igualmente quiero que quien lo lea tenga la certeza de que lo que pueda
leer no está condicionado por la misma. Como decía Aristóteles, muy amigo es
Platón, pero mas amiga es la verdad, y sería un feo detalle para Alex y para el
avezado lector que yo mintiera o exagerara. A Alex y a usted mismo hacerle un
favor es hacer justicia.
Conocí a Alex por obra y gracia de un amigo común que luego dejó de
serlo, y supe de él precisamente porque iban a hacer un corto juntos. El corto
era 128, con el que optaban a un premio en un certamen que se celebró un sábado
por la mañana. Pude ver los primeros minutos de 128 bajo la amenaza de que no
debía criticarlos, pues estaban muy orgullosos de ellos, pero si aquel muchacho
no quería escuchar nada desfavorable del corto, no debió preguntarme qué me
parecía.
Y así conocí a Alex. Para cuando repitieron lo que se había grabado, fui
invitado al rodaje, que se desarrollaba en su casa. Como podrán ver en el vídeo
que pienso adjuntar sobre su funeral, cuando conocí a Alex, noté que me miraba
con cierto recelo, seguramente por su naturaleza introvertida, pero me invitó a
una coca cola. Y lo considero sintomático, porque la introversión que le
caracteriza no le impide en absoluto ser generoso, que lo es y mucho. Y diría
incluso que toda reticencia fue desapareciendo según nos adentramos en el
trabajo. 128 no ganó aquel certamen. Lo ganó Alex solito con otro corto, por
supuesto de animación, El sonido de la guerra, si no recuerdo mal. Pero durante
el rodaje de 128 fue cuando empecé a llamarlo Alex Mineralex. ¿Por qué? Pues
porque me hizo gracia.
128 tenía una influencia mas que palpable de series como El otro lado de la realidad y carecía de las virtudes que presentan las producciones posteriores de un Alex que se expresa mucho mejor en el terreno de la animación, siendo además, mucho mas propicia para las temáticas que mas le interesan y mejor le resultan. El posterior Nihil obstat, muy similar en muchos aspectos, sólo sirvió para confirmar estas impresiones. El choque resulta abrupto si comparamos los mentados cortos con El sonido de la guerra o el bastante posterior I'm dreaming of a pink rabbit, ambos de animación, y con un aire ilusorio mucho mas propio de su autor. A la vista salta que estos cortos animados tuvieron mucha mas repercusión y éxito que aquellos de acción real que se rodaron en esos momentos.
Tras un efímero periplo común amparados bajo la productora El gato de
Schrödinger, que arrancó varios proyectos (Dance me to the end of world o
Light my fear, por citar los mas ambiciosos) pero terminó muy pocos,
curiosamente empezó nuestra colaboración mas intensa. Para una edición del
Certamen de cortos instantáneos, Alex realizó la que para mí es su mejor obra
fuera de la animación, Sadako, en la que tuve el honor de actuar.
Sadako
es una obra personal que rezuma la sensibilidad característica de Alex y ese
amor por las pequeñas cosas, las cosas artesanas, hechas a mano, las cosas
sencillas y poco artificiosas, pero que dan un toque de hermosura apreciable. Quizá su mayor problema es el ritmo, pero aun así, considero que es, dentro de los cortos de Alex, una obra a descubrir, así que quiero aprovechar para reivindicarla desde aquí. En el momento en el que escribo estas líneas, ni siquiera encuentro trailer en internet y para haber sido rodado en un día, lo encuentro aceptable y reseñable.
Me gustaría haber ayudado en lo que sea a Alex. Dudo haberle enseñado
algo, pero me gustaría pensar que al menos algo ha podido aprender estando
conmigo. Por eso me siento tremendamente orgulloso de mi contribución a la que
quizá es, hoy por hoy, su obra magna, Leo y Nora. Y no lo digo por mi
aportación sonora, sino mas bien me refiero a que fui yo quien le prestó el
libro Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilké, cuya cita abre el
cortometraje, y le insistí para que se lo leyera.
Leo y Nora es su mejor obra no ya sólo por cuestiones técnicas o visuales, aunque
supone un avance mas que notable (y mucho hay que agradecer a los escenarios
que le fabrica su padre Juan Carlos, que me encantan y tengo toda la razón en
ello). Posee esa sensibilidad tan propia de su autor y que en cierto modo le
cuesta hacer ver a los demás si no es a través de este tipo de creaciones. Y no
porque no ponga un mimo, un cariño y un entusiasmo enormes en su vida
cotidiana, sino porque, y lo tengo mas que comprobado, no todo el mundo es
capaz de apreciarlo en gestos cotidianos, pero si en sus creaciones
audiovisuales. En Leo y Nora cuaja todo lo bueno que Alex ha ido desarrollando estos años. Coincide una historia preciosa, con cierto toques de un humor muy tierno, unos cuantos homenajes evidentes y secretos y todo ello contado de una manera muy artesana, lo que le da proximidad. Personalmente encuentro que tiene una textura, un toque a juguete antiguo que le va muy bien a la historia. Quizá usando técnicas mas avanzadas perdería ese toque que le va tan bien.
Siempre digo que tengo una deuda enorme con Alex, porque sin él no
hubiera sido capaz de rodar Horror Vacui. Porque fue él quien me habló de las
cámaras que ahora vienen con disco duro incorporado y también quien se puso a
mi lado para encarar la dura empresa de ponerse a rodar como un desenderado, y
hubo de ser así para poder terminar un proyecto de tanta (tantísima) duración.
Y después vino Los que van a morir te saludan, y mas recientemente Mientras
seamos jóvenes. En previsión de que quizá nuestros caminos se separaran, tenía
un especial interés en rodar este último corto únicamente acompañado de Alex y
de Rocío Torío, puesto que son las personas con las que siempre he contado
hasta ahora en cada una de mis producciones, y si acaso este buen equipo no se
pudiera repetir mas, quería que quedara como muestra, recuerdo y homenaje.
Francamente, me supone una enorme inseguridad afrontar un rodaje sin ellos dos.
Y encima, para mas INRI, Alex me regala un hermosísimo vídeo
"leoynorístico" para una de mis canciones, y que pudimos ver en una
sesión al aire libre del festival de Cortos de Rodinia que se celebró este mes
de agosto en el barrio de la Victoria. Ha sido un honor y un placer haber
compartido estos años de evolución de Alex, desde aquellos trabajos iniciales
hasta poder ver en la actualidad unos trabajos en los que deja tanto de si
mismo y tantas cosas buenas. Y termino este texto, para que quede constancia,
que espero que pese a la distancia que ahora nos separa, podamos seguir
acometiendo proyectos juntos, porque en buena compañía se trabaja mejor.
Ha pasado el tiempo desde aquel
20 de diciembre de 2014 en el que estrenamos (un día antes del aniversario del
estreno de Horror Vacui y en el mismo lugar) Los que van a morir te saludan,
trabajo que nos ocupó los últimos meses del pasado año. He demorado mucho
escribir a este respecto.
Primero, tengo que decir que la
memoria me falla y no soy capaz de recordar si el guión de Los que van a morir
te saludan fue el siguiente que escribí a finales del siglo pasado o si, por
contra, hubo otro entre medias (que de hecho, empecé a reescribir poco antes de
empezar el rodaje de este). Sea como fuere, si dejar claras dos cosas. La
primera es que no tuvo título hasta hace un año y la segunda, que espero que
poco o nada tenga que ver lo que hemos hecho con lo que originalmente quería
hacer.
Fue una tarde – noche de hace
unos años, coincidiendo con el inicio del rodaje de Horror Vacui, que
rememoraba los guiones que escribí en mis últimos años de instituto.
Principalmente recuerdo cuatro (sólo contemplo rescatar uno mas). Por esos
entonces estaba intentando adquirir la buena costumbre de tener otro proyecto
en mente mientras empezaba uno, cosa muy práctica en esos momentos en los que
crees que nada está saliendo como debe, porque piensas que al menos tienes la
salida de resarcirte con el próximo. Y fue por ello que recordé esta idea.
La parte nocturna de esa tarde
noche había quedado con Arturo Germán (que nos hizo el inmenso favor de
aparecer en Horror Vacui) para tomar unas cervezas en compañía de Jesús, otro
amigo que era quien nos las servía. Entré al bar y le dije “Arturo, venía yo
pensando… ¿Quieres ser mi ángel de la guarda?”. Porque a mi me gusta decir las
cosas así, para que impacten.
Como me pareció que sí podía
contar con él, me lancé a la busca del guión original, del que apenas recordaba
el par de chistes que me empujaron a retomar el proyecto. Decía Rafael Azcona
que él nunca apuntaba ninguna idea para los escritos, porque consideraba que la
memoria hacía buena criba de ideas y que si no se acordaba de alguna, es que no
valía la pena. Yo pensaba que Azcona debía tener muy buena memoria, pero que a
mi se me olvidaban las buenas, las malas y hasta que hubiera tenido una idea.
Pero en este caso tenía razón, porque de todo el guión original, lo único
medianamente rescatable era precisamente lo que recordaba.
En honor la verdad, creo que,
posiblemente, aquellos dos o tres detalles siguen siendo lo mejor del guión, lo
cual parece apoyar la teoría de que no se me ha ocurrido nada decente desde que
tenía la mitad de años que tengo ahora.
Procedí a reunir al equipo
habitual, léase, a Alex Hernández y a Rocío Torío. También contacté con Lara
Fernández, que en nuestro anterior trabajo había colaborado con una voz en off,
poco trabajo para una actriz tan bien dotada. Y tuve el disgusto de tener que
sustituir a Arturo, pues se había mudado de ciudad, pero también la suerte de
poder contar en su lugar con Felipe Martín "Kanalla FM". Felipe
contaba con la bendición de Arturo y la experiencia previa de haber rodado un
pequeño "divertimento" si se quiere, aparte de un pequeño
"cameo" en Cien mil metros del Helmántico (hasta el momento la única
producción por la que me he llevado algún reconocimiento). Hoy por hoy sigo
pensando que las interpretaciones son lo mejor con diferencia de Los que van a
morir te saludan.
Se usaron para los interiores un
piso vacío de la céntrica calle Mantería de Valladolid, que nos proporcionó un
entorno neutro que necesitábamos como el comer, y Lara Fernández nos cedió
amablemente su residencia para rodar, donde tuvimos una as que ardua jornada de
rodaje. Aunque no puedo por menos que reseñar la magnífica experiencia que fue
dirigir un cortometraje desde una cama calentita y cómoda (experiencia que
recomiendo y pienso repetir) y que además resultó un entorno tan magnífico como
inesperado. Lo poco que hubo que "improvisar" en el rodaje de Los que
van a morir te saludan quedó bastante bien, posiblemente mejor que lo que
estaba originalmente concebido.
Terminamos en el dormitorio de
Rocío Torío, con perdón, para rodar los últimos planos, con la colaboración de
Nuria Sevilla, ante la urgencia de terminar el rodaje y la falta de Alex
Mineralex. Nuestro querido Alex tenía algo que hacer además de rodar y optamos
porque lo hiciera. No recuerdo qué era ni mucho menos cómo le fue, pero lo que
nosotros rodamos nos dejó satisfechos.
Hasta la fecha, Los que van a
morir te saludan ha sido exhibido el día de su estreno en El Tío Molonio, y
también en la filmoteca de Castilla y León en Salamanca, lo cual, nos llena de
orgullo. También ha sido exhibido dentro de la séptima edición del festival de
cortos de Rodinia de Valladolid, lo cual supone una gran satisfacción, porque
era un pequeño objetivo fetiche que tenía yo desde la cuarta edición, si no
recuerdo mal.
Ya con el siguiente proyecto en
agujas, confiamos en poder seguir exhibiendo Los que van a morir te saludan
durante mucho mas tiempo y que siga suscitando interés.
Era otro tipo de
sábados aquellos de mediados de los 90, en los que tras terminar el partido de
la jornada de la liga de fútbol, el segundo canal de TVE, sin que apenas
mediara nada mas, no ofrecía el ciclo de películas de terror Alucine. Tengo que
reconocer que, a causa de mi para algunos excesiva pasión por estas dos
aficiones, en ocasiones apenas tenía tiempo de parar el vídeo y cambiar la
cinta, pues ya entonces tenía interés en tener mi propio archivo tanto de
partidos de fútbol como de películas.
Y fue gracias al
ciclo de Alucine que descubrí (o al menos fui consciente de descubrir) a
Christopher Lee, enfundado en la elegante capa del Conde Drácula en las
producciones de la Hammer. Al tener noticia del fallecimiento de Lee, mi cabeza
se fue inmediatamente al recuerdo que esas películas. Lógico, porque las guardo
(físicamente y en el recuerdo) como oro en paño, y conservo también una enorme
gratitud a los buenos ratos que me hicieron pasar, y mas aún al entusiasmo que
suscitaron en mi.
Y como no considero
estos calificativos exagerados y si muy muy importantes, tras la defunción de
Lee me pareció oportuno volver a revisar la saga (y ver al fin la única
película de la saga que no había podido ver todavía), en versión original y
además, escribir un poco sobre cada una de las entregas de la misma, mas que
como homenaje, como señal de esa gratitud de la que antes hablaba.
Claro está que,
con los años y un mayor acceso a información del que teníamos entonces, fui mas
y mas consciente de que Christopher Lee no sólo había sido Drácula. Prácticamente
el catálogo de monstruos que antaño se repartieran entre Bela Lugosi y Boris
Karloff figuran en el curriculum de Christopher Lee con la Hammer. Impresionó
verlo encarnando a una putrefacta criatura arrancada de la muerte por
Frankenstein, que hubo de ser así porque Universal cedió los derechos a Hammer
a condición de que el aspecto del ser no se asemejara en nada al interpretado
por Karloff.
Su Drácula en
cambio si se asemejaría mas a la imagen del encarnado por Bela Lugosi, aunque
el porte aristocrático y la solemnidad que tenía el Conde en la versión de
Browning se vio acentuado por la presencia de Lee, su envergadura e incluso su
voz grave. El carisma de Lee hacía creíbles muchos de los vaivenes a los que
Hammer sometió al personaje, siendo en ocasiones salvaje, en otras seductor, en
otras maquiavélico y en otras, incluso, un sádico sanguinario capaz de derramar
por el suelo esa sangre tan vital para él.
Pese a la tan
indisoluble relación con el vampiro transilvano, la relación entre Lee y
Drácula no fue "amistosa". Ya desde su segunda aparición era obligado
a aceptar el papel, lo cual en determinadas ocasiones provocó que el resultado
final no fuera todo lo notable que sería deseable. Lee, gran aficionado a la
lectura, parecía lamentar lo poco que se asemejaba tanto la trama como el
personaje a lo que escribió Bram Stoker. Pero si algo exasperaba al actor es
que en no pocas ocasiones el guión metía con calzador el personaje del vampiro,
aun no pegando ni con cola con el resto de la trama. Muestras hay de ello y
debidamente acreditadas, como veremos.
Pero como decía,
no sólo a Christopher Lee hay que recordarlo como Drácula, si bien por
cuestiones sentimentales he preferido hacerlo así. Fueron muchos sus papeles
notables y es labor agradecida ir descubriéndolos. Pero tampoco me quedaría
satisfecho si no recordara a Scaramanga, el hombre de la pistola de oro, en la
película del James Bond creado por Ian Flemming, familiar del segundo marido de
madre. Lee ya estuvo a punto de ser el Doctor No en la película inaugural de la
saga, como sugirió su "primastro", y aunque finalmente no fuera así,
lo cierto es que visualmente evoca bastante a su Fu Manchú.
Fue Conde
también en las películas de los mosqueteros de Richard Lester, dentro de un
reparto absolutamente sublime, y también en la saga de Star Wars de George
Lucas. Esta saga, dicho sea de paso, tiene no pocas vinculaciones con las
películas de la Hammer. Aparte de que el nombre de Conde Doku tiene mucha
reminiscencia a Conde Drácula, George Lucas contó en sus repartos con Peter
Cushing y David Prowse (que fue la criatura de Frankenstein en un par de
ocasiones, si no recuerdo mal), aparte de con Christopher Lee. Y no fue
Gandalf, como era su deseo, pero fue Saruman, dando la réplica a Ian McKellen.
Sin ánimo de ser excesivamente pelotas, tener un enemigo como Lee contribuye
mucho a engrandecer el carisma del mago amigo de los hobbits.
Y llegamos por
fin a un punto que me interesa especialmente. Si hay dos personajes que pugnan
por ser el mas llevado a la gran pantalla, estos son el Conde Drácula y el mas
famosos detective consultor de todos los tiempos, Sherlock Holmes, y ambos
personajes de la literatura victoriana inglesa aparecen entre mis apariciones
preferidas de Christopher Lee. Con Terence Fisher rodó El collar de la muerte,
una película poco conocida pero bastante notable, con argumento no basado en
obra alguna de Conan Doyle en la que el detective de Baker Street se enfrenta a
su némesis, el profesor Moriarty. También interpretó a Holmes en una serie allá
por lo 90, acompañado como Watson del también recientemente fallecido Patrick
Macnee, el mismo que le robaba los aplausos hasta de su propia familia cuando
ambos eran compañeros de estudios y de tablas en su época juvenil.
Cristopher Lee
fue Holmes, pero no sólo fue Sherlock. También fue Mycroft Holmes, hermano
apático y ermitaño del detective, tan dotado intelectualmente que no sólo
trabajaba para el gobierno inglés, sino que en ocasiones de crisis, el propio
Mycroft era el gobierno de Inglaterra. Este fue otro de los grandes aciertos de
La vida privada de Sherlock Holmes, que hiciera un gran fan del detective como
era Billy Wilder. Y también fue un
malhumorado Sir Henry de Baskerville en la versión que Hammer hizo del relato
del sabueso fantasmal que habitaba el inhóspito páramo, y al que daría caza un
Holmes interpretado por Peter Cushing, gran amigo y compañero de Lee. Destacada
versión esta, tanto por lo que respeta del original como por lo que incorpora.
Esto es sólo una
pequeña pincelada de lo que supone en la historia del cine la filmografía de
Christopher Lee, mas sentimental de historiográfica. No es un estudio
detallado. Es mas bien el afán por rememorar los excelentes momentos que he
pasado gracias a este gran actor que nos ha abandonado recientemente. Por eso
mismo, porque era excelente, vamos a hacer que "vuelva de la tumba"
una y otra vez.
Una vez completado el primer
trimestre de vida del Cine Club Casablanca, y comenzando el segundo, me
gustaría escribir unas líneas al respecto de cómo se ha desarrollado hasta la
fecha.
Tuve noticia de esta iniciativa
en verano a través de uno de sus organizadores, Pedro Javier Salado, al que
conozco desde los tiempos de la facultad y que tuvo mucho tiempo en su poder mi
ejemplar de Cómo acabar de una vez por todas con la cultura. En un momento en
el que el mismo Valladolid que tiene en la Seminci uno de sus grandes
estandartes, ve como sus cines céntricos cierran sus puertas, me pareció una
iniciativa no sólo interesante, sino absolutamente necesaria. Principalmente,
me sedujo la idea de un espacio en el que, además de ver una programación
cinematográfica variada, se pudiera hablar y vivir el cine de otra forma, amen
de volver a una sala de cine con cierta regularidad, algo que no tengo por
costumbre pero que quería adquirir como tal.
Las proyecciones fueron
inauguradas con Dos metros de esta tierra, que fue presentada por su director Ahmad
Natche. La película es una ficción de aspecto documental ambientada en un
evento real, un festival de música que se celebra anualmente en la ciudad de
Ramala. Sirviéndose de las imágenes de un programa de tv que se estaba
preparando en el que se recogería el mentado festival, la película parecía
mandar un mensaje en el que la guerra pertenecía al pasado y el futuro de
Palestina iba encaminado a preservar su identidad en base a la cultura, lo que
quedaba diferenciado por las imágenes documentales bélicas, en contraste con
las del festival, pertenecientes a la actualidad.
La segunda sesión tuvo como
novedad el primer corto que precedía la proyección del largometraje, que fue
Jueves, del vallisoletano Pedro del Río, que acudió acompañado del director de
fotografía del corto, Víctor Hugo Martín. Una obra de estética cuidada y
argumento con truco. El largometraje posterior fue Hasta ver la luz, de Basil
da Cunha, una historia marginal que, pese a tener algunos retratos nocturnos de
mucha fuerza, parece que no terminaba de cuajar, quizá porque la improvisación
de los actores hacía que la historia, que de por si no era excesivamente clara,
se diluyera en excesivo y perdiera ritmo.
Para la tercera sesión, nos
acompañó Jorge Villa, que presentó su corto Demasiado corazón, una comedia con
pequeños toques de humor negro y ritmo endiablado, y comentó con nosotros la
película de Goran Paskaljevic, Al nacer el día. Y tengo que decir que para mi
está ha sido una de las dos películas proyectadas que mas me han gustado.
Paskaljevic, con un presupuesto escaso, ofrece una película sobre un viejo
profesor de piano que, según la interpretación que yo le di, investigando sobre
el horror y la barbarie en los campos de concentración nazis de Belgrado, va
descubriendo, poco a poco, otro mundo de horror que, como sucedía con las
atrocidades del III Reich, tampoco parece importar a nadie. Dicho sea de paso,
su fotografía otoñal, también me dejó muy complacido.
Para la cuarta
sesión, Antonio Macías nos vino a hablar del festival de Cortos de Rodinia,
festival de cine itinerante que proyecta por los bares de Valladolid y que, aun
a la espera de iniciar su séptima edición, ya ha recibido más de mil
cortometrajes. Además, nos presentó uno de los cortos ganadores en el certamen
del año pasado en la categoría de corto documental, Odysseus gambit de Alex
Lora Cercós, la historia de un inmigrante que sobrevive en las calles de Nueva
York jugando al ajedrez y tocando la guitarra. El largo fue, en este caso, la
obra documental Asier ETA biok, de Aitor y Amaia Merino. Asier y yo, su título
traducido al castellano, cuenta casi en primera persona la relación entre el
actor Aitor Merino y su amigo Asier, cuya vinculación con el entorno de ETA le llevó
a pasar un largo periodo en la cárcel. Una temática muy interesante para un
documental que, cuando se acercaba al relato más personal de su director
resultaba más dinámico e interesante que cuando se limitaba a exponer momentos íntimos
de Asier. A estas alturas, los debates entre los asistentes a las proyecciones
ya eran algo más fluidos, aunque con esta película, quizá por lo controvertido
del tema, hubo una cierta reticencia inicial.
Llegamos a la
quinta sesión, en la que pudimos ver Estocolmo, una simpática y muy premiada
historia de Álvaro Martín, con el que tuvimos una de las tertulias mas animadas
del ciclo, en la que comentamos tanto Estocolmo como otras obras suyas (vuelvo
a insistir en que el documental de los Roxy como La partida de mi abuelo son
impagables) y el largometraje La espectadora, de Paolo Franchi. Esta fue la
otra película, junto Al nacer el día, que mas me entusiasmó. Una historia que,
para mi, tenía una serie de reminiscencias rohmerianas (aunque formalmente tenía
que ver mas bien poco o nada) con un triángulo amoroso de lo mas curioso, cuyas
interrelaciones daban para mas de un análisis y mas de una revisión. Lo cierto
es que, como comentaba antes, todo se conjugó para tener una charla de lo mas
animada y participativa sobre los dos filmes que pudimos ver esa tarde-noche.
Por último, cerramos
el trimestre y nos fuimos de vacaciones con la proyección de Cuando naces… ya
no puedes esconderte, de Marco Tullio Giordana. Por mor de la duración del
largometraje, no hubo proyección previa de corto alguno. Si bien todos
coincidimos en que nos había parecido un tanto deslabazada, con un discurso un
tanto inconexo hasta el punto de no tener muy claro exactamente ni la intención
ni el argumento de la película, si al menos dio pie a un interesante coloquio,
que al fin y al cabo, es uno de los factores que encuentro mas interesantes de
participar en este cine club.
Y con esta
sensación empezamos el nuevo trimestre, con las ganas de ver cine, de explorar
propuestas diferentes, y sobre todo de hablar de cine, de participar y de vivir
el cine. Y, por cierto, hoy me he enterado de que el número de personas apellidadas Melero en el cine club, asciende a tres. No somos tantos meleros ni en mi casa.